27 junio 2009

Pregunta: ¿Sincericidio u Obsecuencia?

En muchas ocasiones, conversando con colegas, directivos y participantes de los programas, me he encontrado con esta pregunta: ¿hay espacio entre ser un 'sincericida' o caer en la 'obsecuencia'?

Superiores o clientes exigentes que aparentan cero espacio para negociar nos presionan con sus exigentes expectativas sobre algunos resultados; creencias y supuestos de lo que es permitido hacer frente a ciertas demandas; directivos con valores que se sienten prisioneros ante la dualidad de acatar las directivas sintiéndose infieles a sus creencias o responder heroícamente pero con fuertes consecuencias para su carrera o estabilidad laboral.

¿Qué espacio de flexibilidad tengo cuando me ofrecen una expatriación, o un movimiento dentro de la empresa? ¿Decir que "no" me condena a la marginación de las mejores oportunidades de crecimiento? ¿Qué margen de conversación tengo cuando mi jefe se pone enfático con una directiva? ¿Tengo espacio para cuestionarlo? ¿Qué nivel de riesgo estoy dispuesto a correr? ¿Y cómo quédo en el caso de que silencie mis perspectivas?

Preguntas como estas están a la orden del día de las mujeres y hombres que nos desempeñamos en organizaciones. ¿Cómo respondemos ante estos dilemas aparentemente bi-polares?

7 comentarios:

Roland Garrón dijo...

y las respuestas???????????

Unknown dijo...

Mi postura está más de lado del sincericidio, aunque con los años uno va cambiando...
Siempre trato de decir lo que creo y pienso. Lo que fui cambiando es la forma de hacerlo. Hay que tratar de hacerlo en forma constructiva. Encontrar el momento, el lugar y el tono.
Hay veces que tiene un costo político, pero no se pueden traicionar los valores (estos sí que son no negociables).

Nachi dijo...

me siento mas representado por una postura distinta. Algo como "sinceridad hacia mi".
El "sincericidio" u obsecuencia esta referida hacia un tercero, es decir, es mi postura como reaccion ante un tercero. Antes de ello debe haber una conversacion interna sobre porque elijo el sincericidio o porque elijo la obsecuencia.
Seguramente vayamos cambiando las posturas, no creo que siempre mantengamos la misma forma de reaccionar, pero lo importante, para mi, es tener claro que elijo y porque lo hago.
Ante todo sinceridad conmigo mismo.

iforci dijo...

No creo que se trate de una bipolaridad, sino de todo una gama de posibles reacciones.

Los riesgos ante cualquier incertidumbre definitivamente condicionan nuestra forma de actuar, especialmente si consideramos será una decisión traumática.

En mi opinión, lo mas importante en estos casos es tener lo más claro posible el horizonte al cual aspiramos y confiar en nuestras intuición, que por mas olvidada que se encuentre es en definitiva quien nos acompaña en la mayoría de las decisiones que diariamente tomamos.

Fercha - Fernando Pedernera dijo...

Hoy pienso que la sinceridad es fundamental para no traicionar valores, sobre todo para no engañarse a uno mismo. Pero si he comprobado que una sinceridad sin “formas adecuadas” tiene un alto costo, que puede ponen en riesgo o dudas los valores que uno tiene arraigados. Descubrir que tomar caminos, formas, y tiempos alternativos y no confrontativos, no significa ser obsecuente, todo lo contrario, significa ser un estratega y un pensador. Calculo que en ello radica la dificultad de ser político.

MARCELO VAZQUEZ AVILA dijo...

Ante la paradoja elijo una tercera, la Autenticidad. Ella es el arte de ser nosotros mismos, de mantenernos fieles a nuestros principios vitales y de obrar en consecuencia.
Se trata de un modo de afrontar la existencia que evidentemente requiere de una gran sinceridad tanto personal como con quienes nos rodean. Sin embargo, lo que podría definirse como autenticidad va mucho más allá de la simple sinceridad, ya que supone una total adecuación no sólo entre lo que se piensa y se dice, sino también entre lo que se hace y lo que debe hacerse.
En un mundo en el que se concede poca trascendencia a los valores espirituales, me parece especialmente importante que hagamos el esfuerzo de defender nuestros ideales con actos acordes a ellos.
Tener, por este motivo, una filosofía de vida, una guía de conducta, resulta vital, ya que sólo de este modo sabremos cómo encaminar nuestros pasos. No quiero olvidar aquellas palabras de Fulton Sheen, "hemos de acostumbrarnos a vivir como pensamos, pues de lo contrario acabaremos por pensar como vivimos".
Resulta evidente que la autenticidad debe estar siempre fundamentada en la verdad. Cada vez que obramos de un modo que no se corresponde, en absoluto, con nuestra forma de pensar, abrimos una brecha enorme entre nosotros y nuestra conciencia. Sólo la sinceridad nos permitirá ser auténticos. ¿que hay muchas dificultades para al desarrollo de la autenticidad ? Por supuesto !
Entramos en discordia con nuestra autenticidad cada vez que:

* Mentimos por miedo a reconocer un error o simplemente para justificarlo a ojo de los demás.
* Pensamos que las conductas mayoritarias o sociales son las óptimas e intentamos ajustarnos a ellas, aún en contra de nuestros ideales.
* No hacemos el esfuerzo de elaborar una "relación" de nuestros principios o valores personales.
* Exigimos a los demás más de lo que nos pedimos a nosotros mismos.
* Adoptamos un comportamiento hipócrita y presentamos tantas caras como sean necesarias para gustar a todo el mundo. Aquí volvemos a la obsecuencia que es el título de este artículo...
También es cierto que tenemos muchas oportunidades de fortalecerla:

* Decir siempre la verdad, aunque con tacto, evitando por todos los medios herir a otras personas.
* Esforzarnos por ser nosotros mismos, independientemente de que nuestras ideas, comportamientos o actitudes sean comprendidos y compartidos por quienes nos rodean.
* Ajustar al máximo nuestro comportamiento a los principios, las ideas y las teorías que defendemos y que nos caracterizan.
* Huir de las máscaras que oculten nuestra verdadera personalidad.

MARCELO VAZQUEZ AVILA dijo...

Ante la paradoja, elijo una tercera opción: La autenticidad. Se trata del arte de ser nosotros mismos, de mantenernos fieles a nuestros principios vitales y de obrar en consecuencia. Se trata de un modo de afrontar la existencia que evidentemente requiere de una gran sinceridad tanto personal como con quienes nos rodean.
Sin embargo, lo que podría definirse como autenticidad va mucho más allá de la simple sinceridad, ya que supone una total adecuación no sólo entre lo que se piensa y se dice, sino también entre lo que se hace y lo que debe hacerse.
En un mundo en el que se concede poca trascendencia a los valores espirituales, es especialmente importante que todos hagamos el esfuerzo de defender nuestros ideales con actos acordes a ellos.
Tener, por este motivo, una filosofía de vida, una guía de conducta resulta vital, ya que sólo de este modo sabremos cómo encaminar nuestros pasos. No quiero olvidar que, como dice Fulton Sheen "hemos de acostumbrarnos a vivir como pensamos, pues de lo contrario acabaremos por pensar como vivimos".
Resulta evidente que la autenticidad debe estar siempre fundamentada en la verdad. Cada vez que obramos de un modo que no se corresponde, en absoluto, con nuestra forma de pensar, abrimos una brecha enorme entre nosotros y nuestra conciencia. Sólo la sinceridad nos permitirá ser auténticos.
¿Qué hay dificultades para el desarrollo de la autenticidad? Claro que sí!
Entramos en discordia con nuestra autenticidad cada vez que:
* Mentimos por miedo a reconocer un error o simplemente para justificarlo a ojo de los demás.
* Pensamos que las conductas mayoritarias o sociales son las óptimas e intentamos ceñirnos a ellas, aún en contra de nuestros ideales.
* No hacemos el esfuerzo de elaborar una "relación" de nuestros principios o valores personales.
* Exigimos a los demás más de lo que nos pedimos a nosotros mismos.
* Adoptamos un comportamiento hipócrita y presentamos tantas caras como sean necesarias para gustar a todo el mundo.
También es cierto que es posible fortalecer la autenticidad:
* Diciendo la verdad, aunque con tacto, evitando por todos los medios herir a otras personas.
* Esforzándonos por ser nosotros mismos, independientemente de que nuestras ideas, comportamientos o actitudes sean comprendidos y compartidos por quienes nos rodean.
* Ajustando al máximo nuestro comportamiento a los principios, las ideas y las teorías que defendemos y que nos caracterizan.
* Huyendo de las máscaras que oculten nuestra verdadera personalidad.